Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

I Reyes 8, 30-61

30 «Oye, pues, la plegaria de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando
oren en este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde el cielo,
escucha y perdona.

31 «Cuando un hombre peque contra su prójimo y éste pronuncie una
imprecación sobre él haciéndole jurar delante de tu altar en esta Casa,

32 escucha tú desde los cielos y obra; juzga a tus siervos, declarando
culpable al malo, para hacer recaer su conducta sobre su cabeza y
declarando inocente al justo para darle según su justicia.

33 «Cuando tu pueblo Israel sea batido por su enemigo por haber
pecado contra ti, si se vuelven a ti y alaban tu Nombre, orando y suplicando
ante ti en esta Casa,

34 escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tu pueblo Israel
y vuélvelos a la tierra que diste a sus padres.

35 «Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia porque pecaron
contra ti, si oran en este lugar y alaban tu Nombre y se
convierten de su
pecado porque les humillaste,

36 escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tu siervo y de tu
pueblo Israel, pues les enseñarás el camino bueno por el que deberán andar,
y envía lluvia sobre tu tierra, la que diste a tu pueblo en herencia.

37 «Cuando haya hambre en el país, cuando haya peste, tizón, añublo,
langosta o pulgón, cuando su enemigo le asedie en una de sus puertas, en
todo azote y toda enfermedad,


38 si un hombre cualquiera, experimentando remordimiento en su
corazón, eleva cualquier plegaria o cualquier súplica y extiende las manos
hacia esta Casa,

39 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, perdona y da a
cada uno según sus caminos, pues tú conoces su corazón y sólo tú conoces
el corazón de todos los hijos de los hombres,

40 para que te teman todos los días que vivan sobre la faz de la tierra
que has dado a nuestros padres.

41 «También al extranjero que no es de tu pueblo Israel, al que viene
de un país lejano a causa de tu Nombre,

42 porque oirá hablar de tu gran Nombre, de tu mano fuerte y de tu
tenso brazo, y vendrá a orar a esta Casa,

43 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y haz según cuanto
te pida el extranjero, para que todos los pueblos de la tierra
conozcan tu
Nombre y te teman como tu pueblo Israel, y sepan que tu Nombre es
invocado en esta Casa que yo he construido.

44 «Si tu pueblo va a la guerra contra su enemigo por el camino por el
que tú le envíes, y suplican a Yahveh vueltos hacia la ciudad que
has
elegido y hacia la Casa que yo he construido para tu Nombre,

45 escucha tú desde los cielos su oración y su plegaria y hazles
justicia.

46 Cuando pequen contra ti, pues no hay hombre que no peque, y tú
irritado contra ellos los entregues al enemigo, y sus conquistadores
los
lleven al país enemigo, lejano o próximo,

47 si se convierten en su corazón en la tierra a que hayan sido
llevados, si se arrepienten y te suplican en la tierra de sus
deportadores
diciendo: “Hemos pecado, hemos sido perversos, somos culpables”,

48 si se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma en el país
de los enemigos que los deportaron, y te suplican vueltos hacia la tierra que
tú diste a sus padres y hacia la ciudad que has elegido y hacia la Casa que
he edificado a tu Nombre,

49 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada,

50 y perdona a tu pueblo, que ha pecado contra ti, todas las rebeliones
con que te han traicionado, y concédeles que hallen compasión entre sus
deportadores para que éstos les tengan piedad,

51 porque son tu pueblo y tu heredad, los que sacaste de Egipto, de en
medio del crisol del hierro.

52 «Que tus ojos estén abiertos a las súplicas de tu siervo y a la
súplica de tu pueblo Israel, para escuchar todos sus clamores hacia ti.

53 Porque tú los separaste para ti como herencia tuya de entre todos
los pueblos de la tierra, como dijiste por boca de Moisés tu siervo cuando
sacaste a nuestros padres de Egipto, Señor Yahveh.»

54 Cuando Salomón acabó de dirigir a Yahveh toda esta plegaria y
esta súplica, se levantó de delante del altar de Yahveh, del lugar donde se
había arrodillado con las manos extendidas hacia el cielo,


55 y se puso de pie para bendecir a toda la asamblea de Israel,
diciendo en alta voz:

56 «Bendito sea Yahveh que ha dado reposo a su pueblo Israel, según
todas sus promesas; no ha fallado ninguna de las palabras de bien que dijo
por boca de Moisés su siervo.

57 Que Yahveh, nuestro Dios, esté con nosotros como estuvo con
nuestros padres, que no nos abandone ni nos rechace.

58 Que incline nuestros corazones hacia él para que andemos según
todos sus caminos y guardemos todos los mandamientos, los decretos y las
sentencias que ordenó a nuestros padres.

59 Que estas palabras con que he suplicado ante Yahveh permanezcan
día y noche junto a Yahveh, nuestro Dios, para que dé lo justo a su siervo y
justicia a su pueblo Israel, según las necesidades de cada día,

60 para que todos los pueblos de la tierra sepan que Yahveh es Dios y
no hay otro,

61 y vuestros corazones estarán enteramente con Yahveh, nuestro
Dios, para caminar según sus decretos y para guardar sus mandamientos
como hoy.»